Cuando entro en el Pateo do Collegio me encuentro con un jardín tranquilo que me hace olvidar que estoy en el Centro de São Paulo.
El desayuno con panes hecho artesanalmente por los curas jesuitas es una manera de empezar la mañana en otro ritmo, tomando café por horas, disfrutando de toda su historia.
A mi mujer y a mí nos gusta pasear por ahí; bajamos en alguna estación del metro y caminamos por el centro viejo, que me parece muy lindo. Incluso, la parte fea se me hace bonita...
Por lo general, cuando llegamos al Pateo do Collegio, está vacío. Hay poca gente, excepto en la hora de la misa, así que hay mucha tranquilidad. Es loco pensar como muy pocos paulistanos imaginan desayunar en el centro, en la raíz de la ciudad, ¿sabes? Es muy rico.
Por eso es una gira de turista, incluso porque muchos paulistanos son como turistas en el Centro Viejo, conociendo el museo del Pateo, la pared original de la ciudad, que está allí desde hace siglos… - andar por allí con afecto te hace descubrir cosas increíbles.
Y de repente miras a tu alrededor y te das cuenta de que São Paulo nació allí. Y no hay como negarlo! Fue allí donde la ciudad se erguió, se construyó.
São Paulo tiene un antihéroe muy fuerte. Hace de todo para no ser amada. Parece que nos dice: «No quiero que me quieras».
Pero cuando yo estoy en un lugar como el Pateo do Collegio, pienso para mis adentros: «déjame que te quiera». Es tan duro quererla, que cuando te gusta, es de verdad.