Desde antes de involucrarme con el arte callejero, me gustaba caminar desde casa hasta la Av. Paulista; iba y volvía: el terreno es plano, entonces es muy placentero. Es una avenida loca, con todo tipo de gente, y a donde mires hay miles de guiones insólitos.
Una vez esperaba un colectivo y vi una pelea de tráfico completamente loca, coches que iban de frente y para atrás chocando; luego subo al colectivo y veo hare krishnas bailando. Una pena que no hice un corto sobre eso…
Al pasar por el Itaú Cultural siempre doy una mirada a la programación, porque sé que habrá algo que ver. Si hay exposición, ocupación o incluso workshop, me gusta saber, para programarme y no perderme nada.
Unos pasos más y llegás al MASP, que no necesita presentaciones. No importa si voy una o muchas veces para ver los mismos cuadros, porque su acervo es maravilloso y nunca me canso de delirar con ellos. Y siempre hay una nueva exposición.
Me encanta ver las performances de los artistas callejeros, y cada día van surgiendo más y nuevos en São Paulo y en la AV. Paulista. Ya era hermoso, pero cada vez que oigo los nuevos músicos tocando --por ejemplo, una gente que se junta cerca de la Calle Augusta, un saxofonista--, percibo que el sonido va quedando más y más elaborado.
Entonces en Paulista, lo que me gusta hacer es simplemente ir descubriendo las cosas. Siempre está pasando algo en esa locura. Como una buena paulistana, ¡amo a la Av. Paulista!