Mi pasión por el yoga empezó y sigue creciendo en la escuela Vidya Yoga, cerquita de PUC, en Perdizes. Ahí he descubierto una práctica distinta, la Raja Vidya Yoga: no solamente enfocada en el físico, sino en la filosofía del yoga como un todo, aplicada integralmente a todos los aspectos de mi vida a partir de mi cuerpo.
Es una línea rara de yoga en Brasil. En la clase de Vidya, primero eliminas tus tensiones, haces circular mejor la sangre; después haces ejercicio de fuerza, equilibrio y estiramiento, para concluir con relajamiento y meditación. Es siempre así, una cosa responde a la otra. No sirve querer meditar con el cuerpo totalmente tenso, luego de una jornada laboral agotadora.
Siempre he buscado algo que respondiera a mis cuestionamientos, pero no encajaba en nada. He sido punk, pero en aquel tipo de protesta había mucha contradicción… He procurado el Candomblé, el Santo Daime, pero nada de eso era la manera de canalizar una energía que necesitaba fluir en mí.
El yoga me llevó a un encuentro conmigo misma, algo que sentía necesitar. Todo se encuadra, el mundo queda más coherente, incluso con mis defectos. En esa escuela aprendí que la idea no es reprimir lo que ocurre en ti, sino comprender tus crisis y lidiar con una cosa a la vez.
En Vidya, si no eres muy de hacer ejercicio, puedes aprender sobre psicoanálisis; si tampoco es eso lo tuyo, podrás conoce la cocina vegana, o la medicina Ayuverdica; todo va a tener correspondencia en tu vida. Después de la clase experimental, nunca más paré.