La primera vez que vine fue algún tiempo atrás, por casualidad, solo después de un film. Ahí empecé a frecuentar, traer amigos. Nosotros venimos y nos sentamos arriba, donde trabajan el Don Almeida y Don Cícero, que nos atienden hasta la alta madrugada.
Por ser un símbolo del centro de la Ciudad, se trata de un lugar muy frecuentado, ya que siempre me encuentro con conocidos míos.
Los músicos, después de sus recitales, vienen a comer y tomar algo. Creo que ya se volvió un punto de encuentros de varias generaciones.
Cuando terminé mi último disco, puse en los agradecimientos al Don Almeida y ¡a todos los que trabajan en Sujinho! El sabe lo que a cada uno le gusta. Entonces cuando yo llego, él luego me trae un vasito de cachaça Lua Nova.