La Casserole es donde voy cuando quiero celebrar un evento importante -un contrato firmado, un encuentro especial con alguien… ¡o conmigo mismo!
Es un regalo que me hago una o dos veces al año. A pesar de ser caro, vale totalmente lo que se paga por la comida -y tiene el mejor steak tartare de la ciudad.
Aún así, no frecuento mucho restaurantes, no estoy tocado con el «movimiento gourmet»: Tampoco estoy tan conectado con las comidas -tengo una relación afectiva con el Casserole.
Queda en Largo do Arouche, en el Centro, conocido por su promiscuidad, pero el lugar se quedó en el tiempo desde los años 50’s; pasó por decadencia y revitalización, pero La Casserole estuvo protegido del submundo por la barrera florida del mercado de flores del otro lado de la calle. Eso ayudó a conservar en el restaurante un aura antiguo, ¡de vuelta en el tiempo!
El tiempo allí también es más lento: las personas que no son ansiosas, son más maduras, tranquilas, en paz con la vida. Es perfecto para desacelerar.